Prometiste invadir la aurora con la
pasión de nuestros cuerpos, llevarme al intenso cuadrilátero donde se liberaron dos
libidinosos.
Desde el principio me lanzaste tu impronta con
la ternura de un beso, yo presurosa rocié un efluvio de rosas sobre mis poros.
Fuiste fantasía de las bravías ganas de adueñarme de la terneza de tus ojos y la hombría de tus aspectos.
Con ímpetu me descubriste para
empezar el deleite de saciar caricias junto a la atracción de nuestros torsos
en deseo.
Concretamos en que íbamos a lamernos
sin tiempos, y fue la excelencia de la boca y lengua encrucijando tormentos
Se notó con satisfacción que eres
entrenador de artes porque en esa pelea dominaste mis exuberantes curvas con
meneos.
Tuviste atención en pedir permiso al
momento de introducir tu falo empuñado en el rojo delirio.
Ofreciste ser un gladiador masculino
clavando su arma en mi blanco para ponerme en cuatro jambas dando alaridos.
Yacíamos en vertical con la expresión
del placer en vaivén y me dijiste dale sirena que mi caña aguanta los ópalos de
tu cola.
Un peleador golpeando en mi interior
sin desgaste físico me hizo dar un raund satisfecho con quejidos.
El alba atestiguo nuestro encuentro,
tú como un artillero armado para bombardear mi figura de ninfos redondos.
Sí fui tuya y no olvido que
cumpliste lo estipulado porque quiero repetir el entrenamiento de un púgil experto
en hacer el amor.
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