Ataviada
gata se retorcía entre tules y algodón de los almohadones esperando a un alfa
de pasión.
Un ígneo varón arribó para acumular
pericias de placer, poseía motivación entre el pantalón y un físico impuesto en
atracción.
Los tatuajes en sus brazos varoniles
convirtió a la minina en fogosa y con impulsos instintivos la ropa al suelo descendió.
Encendieron besos acompañados de
caricias seducidos por maullidos pidiendo vehemencia y virilidad.
Él se excitaba en el imperio de
ronroneos sensuales donde las lenguas recorrían la piel de dos amantes.
Felina saltó entre la pelvis de la
fuerte y dura hombría para prepararse a sentir la introducción de demasiados centímetros.
Y comenzó la acción del dolor
placentero ahormando su herramienta en la profundidad de delicadas carnes
rosas.
Furiosos y emocionados en satisfacción
sacaron las zarpas para aruñar los torsos desnudos y sudorosos.
Gruñidos eran el lenguaje en las contorsionadas
posiciones de dos amínales desflorando la epidermis y los delirios.
Fueron salvajes brindándose torturas,
palmadas, rasguños, ímpetus de lujuria en los fuertes movimientos de sus
cuerpos.
Y se sintieron fatuos por el extenso
tiempo de saciedad en las ansias de esgrimir sus íntimos órganos en frenesí.
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